sábado, 8 de mayo de 2010

TIRANT LO BLANC, NOVELA SIN FRONTERAS

TIRANT LO BLANC, NOVELA SIN FRONTERAS




Tirant lo Blanc tiende un puente entre la Edad Media y el Renacimiento, pues en sus páginas la tradición caballeresca de la novela de aventuras, con su desmesura anecdótica y lo rudimentario de la construcción, se refina y enriquece con sutilezas formales, humor e ironías que anuncian ya la gran literatura narrativa del Siglo de Oro, y muy especialmente a Cervantes, lector aprovechado de Joanot Martorell, a quien homenajeó en el Quijote salvando a su novela de la quema inquisitorial y llamándola "el mejor libro del mundo".

Aunque nacida dentro de la novela de caballerías, Tirant lo Blanc va mucho más lejos que sus congéneres pues el espíritu que la anima, su amplitud de miras y la riqueza de su factura artística le confieren un semblante de modernidad del que carecen las otras, incluso las mejores, como el Amadís de Gaula o Tristán de Leonís. Por eso, la gran novela valenciana, que durante muchos siglos estuvo, por prejuicios absurdos y una política represora contra la lengua en que fue escrita, injustamente arrinconada en bibliotecas y academias, lejos del gran público, ha hecho su reingreso en la vida literaria contemporánea por todo lo alto, conquistando en los últimos treinta años, en su lengua original y en viejas o nuevas traducciones -al castellano, el alemán, el italiano y el francés, entre ellas- no sólo el interés de la crítica universitaria, también el de esos lectores comunes y corrientes que son los que mantienen a los libros vivos, lozanos y cambiantes o, con su indiferencia, los convierten en piezas de museo

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Nada más justo que los lectores de distintos países de la Europa que en estos años trata de disolver sus fronteras y unirse en una comunidad fraterna, multicultural y multirracial, descubran los méritos de esta ambiciosa novela que merece, como pocas, ser calificada de europea. Porque media Europa y todo el Mediterráneo son el escenario por el que se desplaza como por su casa el protagonista de la historia, un hombre que se siente en su patria por igual en Inglaterra o en Bretaña, en Grecia o en España, y que no reconoce otras fronteras entre los seres humanos que las que separan el honor del deshonor, la belleza de la fealdad y la valentía de la cobardía. Es verdad que, en lo que se refiere a la religión, tabú supremo de esa época de ortodoxias impuestas por la espada y el tormento, no puede mostrar la flexibilidad de que hace gala en lo tocante a las lenguas, las culturas, las costumbres y los ritos de las distintas sociedades por las que circula -la separación entre los creyentes de la verdadera religión y los infieles de la "secta mahomética" es la más rígida en el libro-, pero, incluso en este campo, en el Tirant lo Blanc hay cierto prurito de imparcialidad, pues los reyes y príncipes musulmanes tienen tanto derecho a expresarse y exponer sus creencias como los cristianos, y figuran entre ellos figuras dignas y simpáticas (aunque casi siempre terminan por desertar su fe y convertirse al cristianismo).



Tirant lo Blanc es una novela sin fronteras en muchos sentidos, además del literal de no estar confinada en un solo país o región. Lo es, también, porque en ella alienta ese afán totalizador de las grandes novelas de todos los tiempos que, como el Quijote, La guerra y la paz, la Comedia Humana, Moby Dick o la saga de Faulkner, parecen querer emular al Ser Supremo en la creación de un mundo tan diverso, complejo y autosuficiente como el mundo real, de una ficción que compita con la vida en su proliferante variedad. Por eso, Tirant lo Blanc produce en el lector que se sumerge en su oceánica lectura una sensación de vértigo: ante sus ojos y su fantasía desfila un universo, como en la pequeña pantalla ideada por Borges en El Aleph donde comparece todo lo que ha sido, es y será.



Novela épica y de costumbres, realista y fantástica, militar y erótica, risueña y sentimental, puede ser abordada desde cualquier perspectiva sin que ninguno de los prismas elegidos para analizarla agote su proteica riqueza. Aunque Martorell se valió, para escribirla, de todo el arsenal de temas y tópicos imperantes en la cultura de su tiempo, su novela es mucho más que un reflejo más o menos fiel de la literatura y el mundo que lo formó. Él le impuso un sello propio, a partir de sus experiencias, manías y obsesiones personales, lo que le da un perfil que se distingue nítidamente de otras novelas de aventuras de su época, a menudo indiferenciables. Aunque esto se advierte en muchos órdenes, como el del humor, la ironía y ese realismo cotidiano que colorea ciertos episodios, acaso sea en el tratamiento de la vida del cuerpo y los sentidos, de la experiencia sexual, donde Tirant lo Blanc nos sorprende más, por la insólita libertad con que en sus páginas los personajes reivindican sus deseos y se entregan al goce carnal sin remilgos ni remordimientos, como a una exaltante fiesta. Y es también notable la manera como en este libro sale a la superficie el más profundo trasfondo de la vida psicológica, lo que sólo siglos más tarde se describirá como la dimensión inconsciente de la personalidad, esa oscura matriz del espíritu donde se forjan las raíces de la conducta humana.



Pero, acaso, destacar todos estos aspectos relevantes e innovadores de Tirant lo Blanc sea menos importante que subrayar lo amena y regocijante que es como novela, lo inesperado y suntuoso de sus aventuras y la rica orfebrería con que se despliegan sus ceremonias, la desmesura con que sus personajes viven sus pasiones y satisfacen sus apetitos. Es verdad que, a veces, la narración se alarga demasiado y que los discursos y parlamentos de los personajes -todos ellos padecen de ecolalia y diarrea verbal, al igual que el narrador- pueden ser excesivos, pero esas larguras eventuales están más que compensadas por la gracia y la elegancia que derrochan innumerables episodios -todos aquellos donde aparece la bella y gentil alcahueta Plaerdemavida son una pura delicia- y por el dramatismo épico de sus combates y pasos de armas que nos hacen vivir las acciones guerreras como si estuviéramos en el corazón de la contienda.



Una serie de documentos aparecidos en los últimos años, con nuevos datos sobre la biografía del autor de Tirant lo Blanc, el elusivo Joanot Martorell, nos revelan que, además de los desafíos y cartas de batalla que envió a algunos adversarios, hubo en su vida credenciales poco aleccionadoras y que fue un aventurero mezclado en hechos violentos y con cuentas que saldar con la justicia. Tal vez sin haber pasado por ello Joanot Martorell no hubiera podido fantasear una vida tan tremebunda, tan espléndida y tan brutal como la de Tirant. Y todavía menos referirla con la cercanía expresiva y el realismo hechicero con que lo hizo.



Los lectores franceses sólo pueden sentirse en su casa en esta novela de un héroe que, a fin de cuentas, es bretón, y en la que encontrarán compatriotas tan delicadas y sutiles como esa reina de Francia de piel tan blanca que se veía al vino descender por su garganta. Ojalá le concedan el recibimiento que se merece.

MARIO VARGAS LLOSA

Madrid, 1 de septiembre de 2003

miércoles, 5 de mayo de 2010

ALMANSA VIBRA CON SUS FIESTAS HISTÓRICAS


La Comparsa Templarios desarrolló con éxito su tercera capitanía de las Fiestas Mayores (las anteriores, las organizó en los años 2000 y 2005).


En esta ocasión, la capitanía cristiana ofreció a los asistentes un enfoque histórico, ya que estaba basada en el Tratado de Almizra, un pacto de paz firmado el 26 de marzo de 1244 entre la Corona de Aragón y el Reino de Castilla que fijó los límites del Reino de Valencia. Lo acordaron Jaime I de Aragón y quien más tarde sería su yerno, el infante Alfonso de Castilla (más tarde Alfonso X el Sabio).
En el tratado se estipuló que las tierras al sur de la línea Biar-Busot-Villajoyosa quedaran reservadas a Castilla.





El tratado fue firmado en el municipio de Campo de Mirra (provincia de Alicante), donde hoy en día hay un monumento de 1977 que lo conmemora. Los Templarios basaron su capitanía en dicho tratado, e incluyeron en su recreación histórica los personajes y protagonistas de las Fiestas de Mayo, como por ejemplo, embajadores, abanderadas de la comparsa y Abanderada Mayor, alféreces, etc, que desempeñaron los papeles de los personajes del tratado.




Los organizadores de la capitanía han tenido que documentarse en una amplia bibliografía, expertos e historiadores. Así por ejemplo, el Embajador Cristiano y el Embajador Cristiano Infantil representaron al Infante Don Manuel y don Juan Manuel, respectivamente, que encabezaron el desfile de capitanía precedidos de Ciriando de Viers, el primer almanseño que aparece en los registros municipales y que portó los fueros de la ciudad. Ambos, presidieron como anfitriones los festejos y recibieron en sus tierras a los Reyes de Castilla y de Aragón, obsequiando a su pueblo con una alegoría al ajedrez, que se representó por medio de un bonito boato de la academia de María Ángeles Real.



Posteriormente, aparecieron en el desfile de la capitanía los Reyes de Castilla, Jaime I El Conquistador (Alférez de la comparsa Templarios) y Doña Violant de Hungría (Abanderada de los Templarios), Pedro II de Aragón y Constanza de Aragón (Alférez y Abanderada Infantil de la comparsa).


Por último, desfilaron Alfonso X El Sabio y Doña Violante de Aragón (Alférez y Abanderada Mayor de la Agrupación de Comparsas), junto a Don Sancho y Doña Berenguela (Alférez y Abanderada Mayor Infantil), que hicieron entrega a la ciudad de la Fuente del León.

La capitanía estuvo basada en hechos reales, y constó de tres bloques, encabezados por un narrador, que explicó al público el contenido de la historia que se estaba representando, con variadas réplicas de construcciones típicas de diferentes ciudades.







Ofrenda infantil




En el desfile participaron todos los miembros de la comparsa, formada por 140 personas, así como personal que participó en el boato, en la escuela de guerreros, músicos, etcétera.
Uno de los bloques más espectaculares fue el espectacular boato integrado por 120 mujeres, que jugaron un papel muy importante en el Tratado de Almizra. En la capitanía, también participaron las tres bandas de música que normalmente desfilan con la comparsa Templarios, junto a músicas grabadas para los boatos.
El lunes por la tarde, también se pudo desarrollar, pese a la amenaza de lluvia, el tradicional acto de la Ofrenda Infantil, con el recorrido habitual hasta las puertas de la Iglesia de la Asunción, donde los niños participantes ofrecieron sus pesentes.


CASA DE CULTURA. EXPOSICIÓN: “JAIME I, EL REY CONQUISTADOR

Periodo: del 9 de abril al 6 de mayo de 2010
Inauguración: viernes 9 de abril a las 19:00 h.
Horario de visitas: laborables: de 18 a 21 horas
sábados y festivos: de 12 a 14 h.


Teléfono visitas grupos: 967-34.44.44


















La exposición producida para conmemorar el ochocientos aniversario del nacimiento del rey que reconquistó definitivamente Almansa, llega a la Casa de Cultura
"Jaime I, el rey Conquistador" es una muestra didáctica que da a conocer al público en general, la figura del rey Jaime I y que tiene por objeto contextualizar la figura del rey: los hechos históricos que marcaron su nacimiento, formación y reinado. Está articulada en cinco capítulos en los que se hace un recorrido temático por los aspectos más destacables del personaje:

1. El espacio deseado, acerca las pugnas de las diferentes potencias occidentales del siglo XII y XIII por la tierra de Oc, espacio limítrofe anhelado por el que se decidiría el mapa político posterior tras dos grandes contiendas: la Batalla de las Navas de Tolosa y la Batalla de Muret.

2. El oficio de caballero, muestra de una manera gráfica cómo se organizaban los caballeros, cómo se formaban, como luchaban y cómo vivían.

3. Los hechos, narra aquellos episodios más destacables de la vida de Jaime I, que él mismo dictaría a sus escribanos para la crónica El Llibre dels fets, obra singular en el que el monarca se encargó de perpetuar todas sus contiendas y hazañas.

4. Los amigos del rey, realiza un recorrido por todas aquellas personas que rodearon a la figura de Jaime I, desde su nacimiento hasta su muerte.

5. Las leyes, cierra el círculo de esta exposición sobre Jaime I, mostrando aquellas medidas que el monarca impulsó para la ordenación de la vida en la ciudad de Valencia (els furs) y todo el territorio conquistado.

El rey Jaime I tiene una especial significación para los valencianos, ya que no sólo conquistó el antiguo reino de Valencia sino que lo dotó de instituciones privativas de una rara modernidad para su tiempo y le confirió una especial identidad propia en el seno de la Corona de Aragón. Para nuestra ciudad Jaime I también tiene un significado singular, ya que fue el rey que reconquistó definitivamente Almansa ―tras el levantamiento las ciudades del antiguo reino de Murcia en 1264― para luego entregarla a su yerno el rey castellano Alfonso X, el Sabio.

domingo, 2 de mayo de 2010

FIESTAS DE LA SANTA CRUZ




Cruz decorada para la fiesta de las cruces, en Alcalá la Real (España).La Fiesta de las Cruces o también llamada Cruz de Mayo se celebra el 3 de mayo.

Orígenes Religiosamente, parecen tener su origen en el hallazgo por Santa Elena de la cruz donde murió Cristo, pero lo cierto es que el arraigo popular de la fiesta proviene de ciertas celebraciones de los romanos.

La historia, con mucho de leyenda, narra como en el emperador Constantino I el Grande, en el sexto año de su reinado, se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio, en una batalla cuya victoria se cree imposible a causa de la magnitud del ejército enemigo.

Una noche Constantino tiene una visión en el cielo en la que se le apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, "In hoc signo vincis" (Con esta señal vencerás). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias. Enseguida envió a su madre, Santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y logró hallar el lugar donde se encontraba la Cruz, pero no estaba sola. En el monte Calvario, donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontró tres maderos ensangrentados ocultos y para descubrir cuál era la verdadera cruz donde falleció Cristo, colocó una a una las cruces sobre personas enfermas, e incluso muertos, que se curaban o resucitaban al tocar la cruz que había sido la de Cristo.

A partir de ahí nace la veneración a la Santa Cruz, ya que Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz.

VESTIR A LAS CRUCES

Se adornan con flores, hierbas aromáticas recogidas de los Campos de Montiel, símbolos relacionados con la pasión de Cristo o escenas de la vida de Jesús, como por ejemplo el milagro de los panes y los peces.



Cruz en Valencia "La Bolseria"



ORIGEN POPULAR



En cambio, de la celebración popular de la fiesta de la Santa Cruz, la que más nos interesa, apenas hay datos antiguos. Los primeros testimonios que conocemos se remontan tan sólo al siglo XVIII, aunque este vacío documental no implica necesariamente que la fiesta no existiera desde antes. En cualquier caso, parece que la celebración popular de la Cruz de Mayo tal como hoy la conocemos alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, para empezar a decaer a principios del XX. Esta fiesta, en su vertiente popular, estuvo muy extendida por toda España, aunque con variaciones muy significativas de unos lugares a otros. A pesar de ello, la celebración ha presentado siempre en todas sus manifestaciones una serie constante de elementos comunes, como es el hecho de que el centro de la fiesta sea precisamente una cruz, de tamaño natural o reducido, que se adorna. A su alrededor se vive la fiesta, con bailes juegos y coplas. A veces hay procesiones, de carácter religioso o pagano.

A la hora de establecer los orígenes de esta celebración popular de la Cruz hay que referirse necesariamente a una serie de fiestas paganas que se celebraban desde muy antiguo en el mes de mayo, considerado desde siempre como el mes del esplendor de la vegetación y la naturaleza, de la primavera. Ha sido siempre un tiempo muy proclive para la organización de fiestas. Así, desde antiguo se celebraba la fiesta conocida como la de "las mayas" -precisamente en alusión al mes-. Era una celebración de carácter alegórico que tenía como protagonista a una niña (la maya) vestida de blanco y coronada de flores. Junto a ella una corte de jovencitas, también ricamente engalanadas, que pedían "un cuartito para la maya, que no tiene manto ni saya".


























Cruz de Malaga

De esta fiesta, quedan costumbre como festejos en algunos pueblos en los que se coloca en la plaza principal o en otro lugar elegido por la tradición un gran árbol denominado mayo, al que se adorna y se convierte en centro de una celebración festiva. Según Covarrubias, "mayo suelen llamar en las aldeas un olmo desmochado con sola la cima, que los mozos zagales suelen en el primer día de mayo poner en la plaza, o en otra parte". Otro autor, Basilio Sebastián de Castellanos, aporta más datos: "El llamado mayo, protagonista de la función cívico-campestre, consiste en un tronco muy alto, comúnmente de álamo verde, vestido de flores, cintas, ramas y frutos, y en muchas partes pañuelos de seda y otras prendas de vestir, que plantan los jóvenes labriegos de nuestros pueblos en la plaza y a cuyo alrededor se baila todo el día con entusiasta alegría".

Como se ve, los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son discutidos. Desde los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales celebraciones de alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano del siglo XVI, Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora, diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en primavera y con la procesión ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha. Otros las vinculan con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops. También se las relaciona con las fiestas de Attis, un hermoso joven que vivía en los bosques de Frigia y que la diosa Cibeles lo eligió para sí, haciéndolo guardián de su templo, pero con la condición de que se mantuviera siempre virgen Attis cedió al amor de la ninfa Sagaritis y entonces Cibeles hizo que ésta muriera, derribando el árbol del que dependía su vida. El muchacho enloqueció y se castró, tras lo cual la diosa lo volvió a admitir en su templo). La fiesta, rememorando su muerte y resurrección, tenía lugar coincidiendo con el equinoccio de primavera. Como consecuencia del empeño de la jerarquía cristiana por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, muchas veces escandalosas y casi siempre contrarias a su moral, el mayo-árbol se convirtió en mayo-cruz, conservando casi intactos todos los demás elementos de la celebración. A su lado confluyeron elementos tomados de otras prácticas paganas: la maya, que en muchos sitios se coloca junto a la cruz, la artificiosa decoración, los cantos y bailes, etc.


El paso de la celebración pagana a la religiosa, popular en ambos casos, habría resultado favorecido por el culto litúrgico a la Cruz (mucho más antiguo, como hemos visto) y por las leyendas sobre el descubrimiento de la auténtica de Cristo. Como se aprecia, la esencia del Día de la Cruz está íntimamente ligado a la adoración y exaltación de la Cruz donde murió Jesucristo.




















Cruz de Andalucia

Hay en muchos pueblos y ciudades que se celebra la fiesta de las Cruces.

DOMEÑO :PUEBLO,CERCANO A NOSOTROS

Fiestas Patronales. Se celebran el 1, 2 y 3 de mayo en honor a San Isidro, Santa Catalina y la Santa Cruz.
Organizadas por la Comisión de Fiestas que se nombra cada año. Las actividades habituales que se realizan estos días son: procesiones, juegos infantiles, concursos de disfraces, cabalgatas, verbena, castillo de fuegos artificiales, vino de honor el día 3 de mayo, etc.