lunes, 14 de febrero de 2011

LOS AMANTES DE TERUEL


La más bella historia de amor


Lo que sucedió en Teruel en pleno siglo XIII bien puede ser la más bella historia de amor jamás contada. La historia de Diego e Isabel nada envidia a los mejores guiones románticos que ha dado el séptimo arte. Tuvo lugar en la pequeña ciudad aragonesa una leyenda que todavía estremece el más frío corazón y ablanda el sentimiento 800 años después.

Diego de Marcilla –al que algunos textos históricos citan como Juan Martínez de Marcilla– vive desde niño enamorado de Isabel de Segura. Una atracción correspondida. Ella también siente ese cosquilleo cuando está cerca de él. Sin embargo, el feudalismo medieval se torna cruel: Isabel es de una familia importante y Diego ‘sólo’ es el segundo hijo de una más modesta.

A pesar de todo, llega a un acuerdo con el padre de ella: tiene cinco años para reunir fortuna; pasado este tiempo y convertido en un hombre rico, podrá tomar la mano de Isabel. Sólo un día después de expirar el plazo, en el año 1217, Diego de Marcilla regresa a Teruel tras un lustro de batallas, victorias y fortuna. Y se encuentra una villa que, creyéndole muerto, se ha engalanado y vestido de nupcias.

La presión familiar y un pretendiente poderoso han hecho que Isabel sea, desde ese mismo día, una mujer casada. De ahí los adornos del municipio. Diego ha vuelto el mismo día del enlace, sola una jornada después de que se anunciara su falsa muerte. Con una mezcla de cólera, rabia y tristeza, corre a buscar a su eterna amada. Y así, frente a frente, le pide un beso, el último. Pero Isabel, ahora por siempre comprometida, se lo niega. Éste ‘no’ fulmina a Diego, que cae muerto.




Las calles de Teruel pasan en un día de escuchar campanas de boda a los toques de funeral. La comitiva deposita el cuerpo de Diego en la Catedral para comenzar el sepelio. Con un templo abarrotado por el gentío, de repente, una persona corre hacia el cadáver. Es Isabel de Segura. Junto a su ahora difunto eterno amado, se retira el velo que cubre su rostro y le da a Diego el beso que le había negado. Después, se desploma y fallece junto a él. Murieron juntos y desde entonces yacen así en su mausoleo.


Entre el jueves 17 de febrero y el domingo 20, los protagonistas principales en Teruel son Isabel de Segura y Diego de Marcilla, conocidos popularmente como los Amantes de Teruel. Unos habitantes ilustres y queridos que cada año ‘vuelven’ al centro histórico de la ciudad aragonesa en la representación popular que anima a echarse a la calle a turolenses y visitantes.

Acudir a Teruel el fin de semana de medievales, como popularmente se conoce a la fiesta de las Bodas de Isabel de Segura, es un viaje en el tiempo. Visitar la preciosa capital es retroceder al siglo XIII. Todo, absolutamente todo Teruel, es partícipe de la recreación. Se engalanan las calles, salen los oficios a la calle, las plazas se llenan de jaimas y opíparas cenas y comidas y, sobre todo, los turolenses lucen las galas medievales que, en muchas ocasiones, llevan todo el año preparando.

La fiesta medieval turolense no son cuatro días de febrero. Detrás hay una exhaustiva preparación. Por ejemplo, desde octubre, Cáritas Teruel, en colaboración con la Fundación Bodas de Isabel, ha desarrollado un taller de inserción sociolaboral sobre cuero y marroquinería. Esta actividad se une a las escuelas y establecimientos que enseñan costura medieval en la capital durante todo el año.

Teruel se convierte en una pasarela de la moda de hace 800 años. En general, túnicas anudadas a la cintura, pero acompañadas de espectaculares capas, crespinas y tocados, también entre los hombres con su gorro de cota de malla. Los turolenses guardan durante todo el año sus galas medievales para lucirlas este fin de semana. Una tradición costurera que nació en el pueblo turolense de Báguena, gracias a un curso de la Asociación de Mujeres Empresarias y las Amas de Casa del municipio.

El resto del ambiente lo ponen las típicas jaimas.Se trata de puntos de encuentro de asociaciones, órdenes de templarios y hospitalarios, donde degustar las viandas medievales y reponer fuerzas. Hay una en cada rincón. Y completamente teatralizadas: parrillas de leña, utensilios de barro, paja…

Completan la oferta la zona de juegos medievales, donde grandes y pequeños se divertirán con las opciones lúdicas de la Edad Media, o la jaima cultural, en la ronda Ambeles, abierta todo el día. Después, el ocio nocturno medieval y los brindis como buenas damas y caballeros medievales, en la carpa del Palacio de Exposiciones.

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